20 abril 2006

café la palma. madrid.



“La noche de los libros” fue el título con el que los responsables de cultura de la ciudad de Madrid habían bautizado al pasado jueves 20 de abril. Con el trasfondo de la próxima celebración del día del libro, el consistorio puso de acuerdo a los responsables de las librerías de la ciudad para ampliar su horario hasta la medianoche, sacar los libros a la calle y promocionar multitud de eventos literarios. Escritores y público tuvieron la oportunidad de conocerse en diferentes tertulias y firmas de ejemplares organizadas por emblemáticos cafés y editoriales.

El 20 de abril fue el día elegido por Manta Ray para presentar su disco en Madrid en la sala Arena. Ese mismo jueves, donde casi un centenar de personas aguardaban impacientes la apertura de Siroco para ver las nuevas canciones de los madrileños Crave. Ese mismo día, para los que vaticinan aureolas negras sobre la realidad cultural madrileña, Bloomington también presentaba su “Activando la disidencia” en el café La Palma de la capital.

En ese extraño y corto camino que baja por Gran Vía, llega a Plaza España, sube hacía la calle La Palma por San Bernardo y deja a un lado a la calle San Dimas, me encontré con una ciudad diferente. Una Gran Vía con puestos de libros en la acera, una Plaza España con gente aguardando en la sala Heineken, bullicio y expectación en Siroco... y aún quedaba el concierto de los cacereños.


El Café La Palma presentaba un aspecto bastante desolador a la hora fijada para el inicio del concierto. Demasiados eventos para un mismo día, pensé. Y es cierto que, independientemente de quién fuera el protagonista de la sala de conciertos, que, por otro lado, es una parte más de un espacio mucho más grande, el Café La Palma es un lugar que siempre tiene una gran afluencia de público, y más aún si es un jueves por la noche.
Digo extraño porque a última hora se incorporaron los madrileños The Gain como teloneros del que iba a ser el concierto principal. Arropados por un buen número de amigos y seguidores, presentaron las canciones que forman parte de su maqueta Trigger. Pero el tiempo, limitado a las 12 de la noche por la sala, se acortaba a medida que se iban desgranando canciones de The Gain. Reconozco que no fue el mejor momento para presenciar su concierto, me podía la ansiedad y no pude prestar el interés necesario para tener una opinión imparcial del grupo. Apunto en la columna del “debe” el asistir a alguno de sus próximos conciertos.

Con todo ello, cambios en el escenario incluidos, Empezar otra vez, comenzó a sonar a eso de las 11:15 augurando un concierto corto. Suspiré al comprobar que el volumen del sonido de la sala volvía a recuperar al de antaño, después de la incertidumbre creada durante la actuación de The Secret Society. Esta vez, la música de fondo del bar no se colaba ruidosamente en la sala, no hubo molestos comentaristas alrededor de la barra, teníamos pues una situación privilegiada para disfrutar de un gran concierto.


El cambio de grupo implicó, inevitablemente, que las primeras canciones no tuvieran un sonido bueno. Diferencias de volumen entre las dos guitarras y la voz un poco floja, sobre todo. Percepciones que se fueron limando a medida que las canciones se sucedían. Sin pausas, sin apenas silencios o cortes que lleven a la distracción, el ritmo e intensidad sobre el escenario iba aumentando con el tiempo. Del mismo modo se difuminaban esas pequeñas imperfecciones iniciales entre las guitarras, no en vano son los primeros conciertos con el nuevo guitarrista y aún requieren un tiempo para que el engranaje vuelva a funcionar a la perfección.
Inevitable emoción contenida al escuchar de nuevo Cuando fuimos reyes. Es difícil de explicar lo que uno siente cada vez que escucho esta canción. Algo de esperanza se cuela en mi interior, un cierto optimismo que recuerda a ese No todo está perdido que abría el concierto. Una oportunidad que uno brinda al ser humano cuando observa que aún existe gente que toca, hace discos o escribe sin ninguna pretensión económica, sin saber si serán escuchados o leídos (y ni mucho menos pretenderlo). ...

busca en secreto una salida que te acerque un poco más

a lo que nunca deseaste

que vienen días sin inviernos en los que puedes sonreír
como cuando fuimos reyes...

Hubo tiempo para recordar un par de canciones de su anterior trabajo Kill the rock stars we were: la enorme A quiet life with my wife y St. Pauli neon lights. Volviendo al inglés, a las distorsiones, a la oscuridad, a otro tiempo y otra manera de hacer y entender la música. Incluso tuvimos el placer de degustar una nueva canción, 1973, que se quedó fuera de su última grabación y que supuso uno de los puntos álgidos del concierto de los cacereños.

En ese climax, cuando el grupo estaba en su mejor momento, el sonido rozaba el sobresaliente y el público comenzaba a entregarse, llegó Lear. Una canción que puso sobre la mesa el enorme potencial del grupo en directo, liderados por los paisajes instrumentales de la guitarra de Carlos, donde el resto de instrumentos estallaban con cada frase de Jose. Batería, bajo y guitarras se unían en una canción hecha para lucirse y dejarse llevar arrastrados por ese torrente sonoro. El concierto llegó a su fin y el aterrizaje fue duro, un concierto corto pero intenso, que dio muestras para ver que el engranaje funciona y que cada concierto supone un paso más para recuperar esa contundencia, quizás un poco oxidada, por el tiempo de descanso desde el final de la gira de su último trabajo.

Dichoso y transparente es el olvido que me obliga a prescindir de ti.

Con esa última frase retumbando en la cabeza, volví a recorrer el camino inverso por esa noche, aún oscura, que en Madrid llamaron algo así como La noche de los libros.

Texto y fotos: Jabitxu Notesalves.com

11 abril 2006

bloomington - a quiet life with my wife